Devuelve un audífono porque no quiere oír a su mujer
Manuel M.S. llevaba solo unos días con el aparato tras más de 6 años sordo.
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La sordera de Manuel comenzó en el año 2.011 aproximadamente debido a una enfermedad profesional que dio la cara cuando tenía que subir el volumen del televisor a niveles discotequeros. "Fue al poco de jubilarse. Empecé a notar que había veces que no me oía y sobre todo la tele la tenía que poner altísima; lo que pasa es que él negaba que tuviera un problema con la audición, decía que es que le hablaba sin ganas", afirma Dolores, su esposa. Aunque sus familiares y allegados le insistían en la necesidad de ir al médico, él se negaba. "A mi me decían que estaba sordo y que tenía que ir al médico, pero yo me encontraba bien y además no me dolía na, ¿para que iba a ir?", señala nuestro protagonista.
Sin embargo, desde hace unos meses la situación se tornaba peligrosa hasta el punto de casi ser atropellado por no haber oído acercarse a un coche. "Si es que ahora los motores no hacen ruido, van ahí callaos. Mira como antes los Barreiros si se oían", argumenta Manuel como excusa; pero no coló, y le obligaron a ir a Jiménez Cacho para una valoración. "A escape me pusieron el aparatejo, no sabían como podía vivir así", confiesa.
Un mundo nuevo se abrió a Manuel: "Ya podía jugar a las cartas como Dios manda, porque antes me tenia que apañar leyendo los labios y por señas; era muy difícil, aunque no se me daba mal", relata. Lo que no se esperaba era que en casa también oiría todo. "Eso fue lo peor, cuando estaba sordo veía a mi señora de mover los labios y enfadarse pero no me enteraba de las cosas, pero eso ha cambiado. Ahora no la paro de oír de mandarme y regañarme y de contarme las historias de las vecinas, y la verdad, no podía más, casi acabo loco. Prefiero el silencio", nos explica con las lágrimas en los ojos.
Y dicho y hecho, la semana pasada se dirigió al centro de audición y aunque estaba cerrado porque era domingo, lo dejó en el poyete de la puerta sin reclamar la devolución del dinero. "No quiero ni el dinero, mi cuerpo lo agradecerá", sentencia Manuel.